EL SENTIDO DE LA VIDA
Yo me planteo la cuestión de si es más fácil de soportar hacerse preguntas del primer tipo o del segundo. ¿Qué objetivos serán más fáciles de alcanzar, los de los creyentes o los de los no creyentes? A simple vista y bajo una perspectiva totalmente atea y subjetiva, la respuesta es bastante fácil, pero habiendo conversado con creyentes de este tema empecé a planteármelo seriamente. Un amigo creyente me comentó que ojalá pudiera pensar de la misma forma que yo pienso porque sería más fácil para él. Me dijo que como él cree en el castigo eterno, preferiría dejar de existir, una vez finalicen tus días en el mundo en que vivimos, a sufrir en un plano paralelo a la existencia un castigo eterno.
El caso es que esta discusión me dio que pensar; si esta persona cree en un castigo eterno y preferiría vivir siendo ateo, es una persona influenciada por las doctrinas impuestas por la religión a lo largo de la historia. Se supone que la religión nace como una medida de escape ante las cosas que no podemos llegar a comprender aún, que nos sirve para tranquilizarnos y prepararnos para la muerte. Para sobrellevarla de una forma soportable e incluso con alegría de pasar al otro lado. Entonces es más fácil plantearse la finalidad de nuestra existencia puesto que aquí no se acaba todo.
Ese no es el caso de un ateo. Buscar un sentido a su muerte es básico para vivir en plenitud, para poder desarrollarse y no caer en un estado de depresión continua. Lo difícil es encontrar los objetivos que lleven a descubrir ese sentido a tu muerte. Bajo mi perspectiva, la cuestión está en plantearse dejar una huella en el mundo en que vivimos y que ésta sobreviva el mayor tiempo posible, porque en realidad todo es efímero y nada permanece eternamente. De la misma forma que inventores y descubridores dejaron y dejarán huella con sus hallazgos, que autores de libros, cantantes y pensadores influirán en los comportamientos y en la imaginación de los demás. Y algo tan simple y a la vez tan complejo como dejar descendencia en la Tierra o tener a gente que te quiera y te ame incondicionalmente por lo que eres. Esto es dejar huella, esto es encontrar el sentido de la muerte. Así sobrevivirá nuestro recuerdo, que al fin y al cabo es lo que somos, recuerdos. Y cuando éstos concluyan en la Tierra nuestra huella habrá dejado de existir. Es entonces cuando morimos de verdad.